La capital, Tirana, me gustó especialmente a pesar de no ofrecer nada espectacular. Lo que sí ofrecía una vida vibrante que se traducía sobre todo en un gran número de bares/restaurantes con albaneses y turistas (en número aceptable) en sus terrazas. La ciudad se ve en transformación, sobre la marcha, con plantas bajas totalmente reformadas y a la última tendencia de interiorismo y las plantas superiores todavía acusando una falta de reforma.
Sí es reseñable el Bunk’Art 1 (si ves el 1, el 2 no tiene mucho sentido). Fuimos a primera hora y lo pudimos recorrer (es bastante grande) casi solos, en cualquier caso a gusto. Después el 2 nos pareció bastante limitado y con demasiada gente.
Probablemente si hubiésemos estado más de dos días y no hubiese sido en el final del viaje, quizá no nos hubiese gustado tanto pero es una ciudad que se deja pasear y donde merece la pena beber una korça o una tirana en una jarra helada en una terracita.
La arquitectura de la ciudad cuando menos es interesante.